Tus fauces se desdoblan,
sonrientes; espanto
de aquel que implora
clemencia, entre llantos.
Opacas cavidades
tras tu córnea helada,
muestran la impasividad,
firme en la balaustrada
del siniestro que engendra
tu macabra presencia;
tu estigma imborrable
de aquelarre de sangre.
Su mentor ya saliva
al obtener su presa
y arrancarle la vida;
un génesis de tormenta
en el valle de sombra
por el que ahora transitas.
La bestia que se asoma
desde tu cornisa
no accederá a que escapes,
no dejará salidas.
Fíjate, es el Aker,
y esboza una sonrisa.
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