martes, 25 de febrero de 2014

"Tregua" 177 de 365: último alegato (parte 1 y 2)

En este último adiós a tu raído recuerdo,
me entretengo mientras en un sorbo, apuro
la confianza que tenía en ti como método
para abatir mis demonios más peliagudos.

Casi en una vuelta de tuerca, me sorprendo
de que mi historia es casi tan mía como tuya,
y que en mis horas vacías soy mucho menos
yo, y más el resto de ti que hasta en mi aliento perdura.

En esta ingrávida disputa no me convenzo,
pues en el largo encierro de un mísero segundo
no consigo olvidarte, no recuerdo quererlo,
y no encuentro otro modo de guardarte; ninguno.

Si hasta las bisagras de mi sombra se desvanecieron,
¿Por qué me retienes en la embriaguez, ya caduca,
del ensueño que fraguaste, sin lugar y tiempo?
Incluso tus respuestas siguen siendo preguntas.

Será otro quién se zambulla en el hondo y negro
mar de tu pupila abismal; tu más fiel súbdito,
que antes solía ser yo, en el sí y no de un "te quiero",
aunque éste, como mi alegato, sea el último.

"Tregua" 176 de 365: último alegato (parte 1)

En último alegato por tu recuerdo,
me entretengo mientras en un sorbo, apuro
la confianza que tenia en ti como método
para abatir mis demonios más peliagudos.

Casi en una vuelta de tuerca, me sorprendo
de que mi historia es casi tan mía como tuya,
y que en mis horas vacías soy mucho menos
yo, y más el resto de ti que hasta en mi aliento perdura.

"Tregua" 175 de 365: palabras e infamias

Con ingenuas miradas
desatas mil amores,
mas poco a poco empañas
cada mañana y sus soles.

Ojos que encierran ascuas:
no pretendáis que ignora
el miedo y desconfianza
que os reinan a voces.

Palabra por palabra,
no somos más que actores;
infamia tras infamia,
perdidos en sus roles.

lunes, 24 de febrero de 2014

"Tregua" 174 de 365: pensamiento hecho migajas

En este paraje desconocido,
hasta escurridizas pisadas
retumban  en un eco sordo,
e incluso la lluvia divaga
cuando se derrama en la tierra.
Entre sus rocas desdentadas
se hallan fisuras y grietas
y más de una atrapa
interminables cavernas,
donde el silencio es pura  escarcha,
y la oscuridad es la tela
que cubre las estancias.
Donde las horas no se amueblan
al consumir de la esperanza,
donde el tiempo se revela,
al tiempo que se enmascara;
donde nunca salen las cuentas,
mi pensamiento hecho migajas.

viernes, 21 de febrero de 2014

"Tregua" 173 de 365: las riendas de las insignificancias

Si el tiempo suelta las riendas
de las insignificancias:
¿Por qué todavía esperas
desde el yermo hoy, a mañana?
Al final de este mísero cuento
no hay vencedores, sino vencidos.
No pienses en seguir viviendo
sin constatar haber vivido.

"Tregua" 172 de 365: nada de ello

Su temperamento era fuerte;
fuerte cual viento en la tempestad,
como agua que agrieta rocas
durante siglos, sin cesar.

Su pasión era vehemente,
Su determinación, rígida;
Pero nada de ello desmiente
si en dudas o miedo vivía.

lunes, 17 de febrero de 2014

"Tregua" 171 de 365: un trabajador relegado

Deseaba que, por una vez, su esfuerzo no fuese únicamente reclamado para a escribir densas líneas, notas, proyectos y cartas de relevancia profesional, sin ningún tipo de trasfondo personal o sentimental tras ello. Su gran aspiración era conseguir que su jefe, y durante muchos años ya expirados, gran confidente, requiriese de nuevo de sus capacidades para redactar algo que no fuera un mero informe, sino unas líneas que le llenaran, que vertiesen un fragmento, por pequeño que fuera, de emoción surgida espontáneamente. El problema era ella, una persona que había irrumpido en la vida de su dirigente, y había dado muestras de su eficiencia para transcribir cuanto éste dispusiese conveniente, incluidos aquellos textos puramente literarios.

La nueva trabajadora se fue haciendo un hueco cada vez más grande a la hora de plasmar la prosa o versos que desde la dirección se le encomendaban, y la rapidez y eficacia con la que realizaba los encargos hizo que el operario ya no contase con la aprobación de su superior para escribir nada que se saliese del ámbito empresarial. Por alguna extraña razón, que él achacaba a ciertas condiciones o situaciones derivadas del nuevo contrato de colaboración firmado con otra empresa, la compañera usurpadora ya no se dedicaba a los quehaceres meramente legales, sino a la vertiente poético-literaria del dirigente. 

Poco a poco, se desvanecía la ilusión, la esperanza inicial de que fuere otra vez solicitado para reproducir las inquietudes y cavilaciones íntimas de su superior, pues éste, entusiasmado con su diligente colaboradora, ya no se acordaba de aquél para fijar cuanto las musas le revelaran. Se ahogaba en un tanque de monotonía y desidia, y a aquellas alturas no se sentía más que un títere, un objeto laboral desprovisto de toda clase de expectativa que rebasara de unos cálculos y expedientes apilados. Sus celos no hacían más que aumentar, hasta un punto totalmente desmedido, en el cual la locura devoró al raciocinio en un cruento bocado. 

A partir de entonces, su rabia y resentimiento insoportable le hicieron tomar una terrible decisión, que consistía en terminar con la vida de aquél que le había colocado en un segundo lugar, y tras ello, olvidado. Pero para ello, se haría valer de una cooperadora, cuya actuación sería necesaria para conseguir borrar de la faz de la tierra al desdichado jefe del negocio. No les importaban las consecuencias de aquello, pues la situación personal de aquella también alcanzaba un grado de fatalidad similar al del futuro autor del crimen, dado que era una compañera sentimental que se había visto privada de pasar tiempo junto a su novio al volcarse éste en los quehaceres literarios en los que la ayudaba su eficaz trabajadora.

Llego el día en que se consumó el homicidio, y el director de la empresa cayó sobre el suelo, muerto, al sufrir una brutal perforación en su corazón. La colaboradora huyó lejos, presa del pánico y, ¡quién sabe!, quizás también del remordimiento, y no se volvió a saber de ella, mas el autor de la fechoría se quedó allí, junto a aquel al que había pasado a odiar en aquellos últimos meses por su ingrato abandono. Su sangre azulada se pigmentó en un tono  añil, casi purpúreo, al diluirse con la de la infausta víctima, y es que mucho me temo que quién se ve ultrajado a cuestiones laborales, siendo destituido de sus labores creativas, sufrirá un imparable declive hacia la locura. Y en este caso, éste culminó con la muerte del propio homicida, incrustado en el ya apagado corazón de su víctima. A veces, hasta el arma es el propio criminal, e incluso el bolígrafo se vuelve contra el propietario que relega sus versos a una máquina de escribir.

"Tregua" 170 de 365: mucho menos de lo que tú esperabas

Tensando este fino cordel,
desgranas las entrañas
de mi inoportuno entender,
como una agria revancha
que te tomaste al tiempo
de no adquirir, en rebaja,
mi compañía, y el resto
de mí que detentabas.

Casi en un esfuerzo incierto,
comprendo de poco a nada,
y dentro de ello, mucho menos
de lo que tú esperabas.
Casi en un remordimiento
atrapo ciertas palabras,
mas éstas me postran, lejos
de ser empleadas a tu espalda.

"Tregua" 169 de 365: balas de tinta

Esta escopeta recarga sus cartuchos,
repletos de tinta, y dispara al azar, 
alcanzando escrupulosamente a su diana,
alcanzando regularmente al palpitar,
que ruega no ser encerrado en el cajón,
que ruega no ser ahogado en la baja mar
de la inerme inmovilidad y desazón:
que ruega huir de la inmediata mediocridad.

"Tregua" 168 de 365: (sin) yugo mediante (parte 1)

Existe una suerte de arte
amueblada en seso extraño,
dado que, sin yugo mediante,
muchos no nos creen humanos.
Amamos a los estandartes
sin saber quiénes lo crearon,
qué habrá detrás de ese lenguaje,
ni por qué a todos distrajo.

sábado, 15 de febrero de 2014

"Tregua" 167 de 365: techo extraño (parte 1 y 2)

Se oye un ligero tic tac al fondo del pasillo,
mientras se arrastra una presencia inquieta por la pared.
Las estancias tiritan ante una sombra y su filo
y la madera cruje bajo unas pisadas y su vaivén.

Una risilla en efervescencia se congela
y algo desenvaina un silencio impertérrito.
Una mota de vaho, suspendida en el aire se queda
cuando hasta frenéticos latidos se hacen densos.

Las ventanas abiertas acogen a una brisa
intranquila, que vaga por las habitaciones
buscando esconderse tras un armario, tras la cortina,
y los cirios oscilantes iluminan los temores

de los ocupantes del inmueble, que caminan
aterrados por interminables corredores,
hasta que dos de ellos, estupefactos, divisan
una figura que, a pocos metros, se mantenía inmóvil.

Ambos cargaron su arma en menos de medio suspiro,
ambos dispararon certera bala que alcanzó,
en su inequívoca trayectoria, su objetivo;
y distinta sangre impregnó el suelo del corredor.

¿Se imagina despertarse bajo techo extraño
habiéndose acostado en su hogar y atravesar
tal lugar teniéndolo como suyo, sin serlo?
¿Se imagina que no solo a uno le hubo de pasar?

"Tregua" 166 de 365: techo extraño (parte 1)

Se oye un ligero tic tac al fondo del pasillo,
mientras se arrastra una presencia inquieta por la pared.
Las estancias tiritan ante una sombra y su filo
y la madera cruje bajo unas pisadas y su vaivén.

Una risilla en efervescencia se congela
y algo desenvaina un silencio impertérrito.
Una mota de vaho, suspendida en el aire se queda
cuando hasta frenéticos latidos se hacen densos.

miércoles, 12 de febrero de 2014

"Tregua" 165 de 365: a tientas, en el azar

A tientas, es difícil hallar una respuesta.
A tientas, hasta una intensa pasión se hace espesa.
En el azar, nada se produce por casualidad.
En el azar, no hay cabida para mentira o verdad.

A tientas, hasta el más ingenuo a veces acierta.
A tientas, hasta las más firme roca se agrieta.
En el azar, el tiempo avanza, inquieto, marcha atrás.
En el azar, siquiera del espejo te podrás fiar.

martes, 11 de febrero de 2014

"Tregua" 164 de 365: infinito sendero (parte 1 y 2)

El tiempo vierte su maleficio atávico
a los caminantes de su infinito sendero,
que podrán seguirlo siendo, de entre todos ellos,
los afortunados insumisos al pánico.

La negra bandera ondea en el horizonte,
inescrutable para el esclavo de su influencia,
mientras la vasta humanidad y sus huestes saquean
sus últimas esperanzas ante el olvido y su broche.

Este retrato que plasma una frágil sonrisa
es una mota de resplandor ante la sombra,
una muesca que se hará hueco en la memoria,
una derrota de la muerte ante la vida.

Antes de que el cincel igualador nos reduzca
a roca pulida, siendo aplastada cada huella,
no dejes que tu recuerdo, tras su estela, se pierda,
como un soplo de aire encerrado en su propia tumba.

"Tregua" 163 de 365: infinito sendero (parte 1)

El tiempo vierte su maleficio atávico
a los caminantes de su infinito sendero,
que podrán seguirlo siendo, de entre todos ellos,
los afortunados insumisos al pánico.

La negra bandera ondea en el horizonte,
inescrutable para el esclavo de su influencia,
mientras la vasta humanidad y sus huestes saquean
sus últimas esperanzas ante el olvido y su broche.

"Tregua" 162 de 365: cuánto llovió (parte 1 y 2)

Cuánto llovió
en este valle interminable,
motivo de muchos pesares,
testigo de cruda sinrazón.

Cuánto llovió
en este bulevar, que sabe
de reyertas en que los sables
rebanaron la fe y su valor.

Cuánto llovió
sobre los castillos de naipes,
sobre el peso de los finales
que no conceden nuestro perdón.

Cuánto llovió
cuando decidí no quedarme
en la frialdad y sus lares,
en este mundo sin color.

Cuánto llovió;
pero si en la pasividad arde
el mañana de los cobardes,
llovió, y no ha de preocuparte.

"Tregua" 161 de 365. cuánto llovió (parte 1)

Cuánto llovió
en este valle interminable,
motivo de muchos pesares,
testigo de cruda sinrazón.

Cuánto llovió
en este bulevar, que sabe
de reyertas en que los sables
rebanaron la fe y su valor.

Cuánto llovió
sobre los castillos de naipes,
sobre el peso de los finales
que no conceden nuestro perdón.

lunes, 10 de febrero de 2014

"Tregua" 160 de 365: tono absurdo

En tanto en tanto 
pierdo el rumbo,
ya no me extraño
del tono absurdo
de mi retrato.

De vez en cuando
incluso dudo
del fiel bastardo
del yo sesudo,
del yo humano.

En todo estrago
mi juicio fundo
en un templado
y arduo inframundo;
que vierte su vaho,

ante el que alcanzo
a más de uno
en sus engaños;
y hoy no asumo
pisar el barro.

"Tregua" 159 de 365: ciertos quehaceres

La sensatez fue sometida
a un despido improcedente,
para contratar la inmundicia,
experta en ciertos quehaceres
de una cuestionable validez,
de una manifiesta falsedad.
¿Qué es este velo que cubre al “ser”?
Mentira untada en facilidad…
En cuanto todo se haya de perder
será al fin tarde para actuar.

domingo, 9 de febrero de 2014

"Tregua" 158 de 365: inmovilidad

La gotas se deslizaban,
una a una, por su piel ya envejecida,
quizás por el vendaval de las desgracias,
quizás por la inquietud que, en sí, hervía.

En su inmovilidad daba
revista a cada oportunidad perdida,
a cada segundo que ante él atrapa
un instante de satisfacción vacía.

miércoles, 5 de febrero de 2014

"Tregua" 156 de 365: el desatino propio

Entre tanto desorden
 abundan las reyertas
de gente en solo oye
sus endebles quimeras.

Entre tanto tumulto
ya no distingo apenas
el relieve del mundo
en el que antes creciera.

Diana del incivismo
que cada cual profesa,
guardando el desatino
propio, a su manera.

martes, 4 de febrero de 2014

"Tregua" 155 de 365: Aker

Tus fauces se desdoblan,
sonrientes; espanto
de aquel que implora
clemencia, entre llantos.

Opacas cavidades
tras tu córnea helada,
muestran la impasividad,
firme en la balaustrada

del siniestro que engendra
tu macabra presencia;
tu estigma imborrable
de aquelarre de sangre.

Su mentor ya saliva
al obtener su presa
y arrancarle la vida;
un génesis de tormenta

en el valle de sombra
por el que ahora transitas.
La bestia que se asoma
desde tu cornisa

no accederá a que escapes,
no dejará salidas.
Fíjate, es el Aker,
y esboza una sonrisa.

"Tregua" 154 de 365: veinte mil legajos

Pósate en el filo de mis cavilaciones
como un ave en la gruesa rama de un árbol.
descansa en la penumbra de las últimas razones
que escindieron mi memoria en veinte mil legajos.

Confía en que en todo aferrado ideal habita
un atisbo de debilidad ante la excepción.
Recuerda que hasta que la muerte te lo permita,
podrás tantear cualquier camino, sin resquemor.

"Tregua" 153 de 365: mismísimo e innombrable

Explotar en un silencio indoloro,
como un tiro en la sien de la euforia,
es un acto de introspección, aplomo,
cuando tus engranajes se desmontan.

El tiempo es mi único antídoto para el
veneno que me inyectaron tus besos,
pues en cada uno de ellos hoy cabe
el mismísimo e innombrable infierno.

lunes, 3 de febrero de 2014

"Tregua" 152 de 365: harto

Estoy harto;
harto de escrutar los frágiles entresijos
de los frívolos, y sus vaivenes baldíos,
sin comprender cada éxito que han cosechado.

Harto de insignificancias, de desatinos
del sensiblero superyó de los sencillos
y la imantada admiración que han generado.

Estoy harto;
harto del camino fácil, corazoncillos
cual disfraz del cobarde, de todo el mezquino
que se protege tras el velo de su llanto.

Harto del crudo y siempre negado hedonismo,
chuchería de hombre gregario; un simplismo
que devora a virtud y talento, con asco.

"Tregua" 151 de 365: mecedora de ébano (parte 1 y 2)

Como envuelto en un arduo tiritar,
el anciano mueble oscilaba,
crujiendo su bisagras de metal;
murmurando aunque nadie escuchara.

Pocos pudieron llegar a observar
el raído asiento que ostentaba,
pues al enser hubieron de ocultar,
y cubierto fue bajo una manta.

Pero mi mano incauta desvistió
aquel extrañísimo objeto
que, más que proveer algún resquemor,
a sentarme me indujo su eco;

surgido espontáneamente, allí,
bajo la bóveda de granito
que mi itinerario vio transcurrir,
pues ya llevaba días perdido.

Se balanceaba, impasible,
mas las astillas de sus entrañas
comenzaron de pronto a crepitar
y entonces ya no pude hacer nada.

Cual vela que se funde en cera,
me derretía en su respaldo:
mi piel se impregnaba en su madera,
mis entrañas se iban calcinando.

No tardó en volver a acunar, mansa,
su tibio movimiento, pues soy yo
aquél que hace oscilar su estampa,
meciendo por siempre esta maldición.

Mecedora de ébano, atrapas
el aquelarre de oscuro credo,
pues es mi ánima la que plasma
esta rúbrica en tu reverso.

"Tregua" 150 de 365: mecedora de ébano (parte 1)

Como envuelto en un arduo tiritar,
el anciano mueble oscilaba,
crujiendo su bisagras de metal;
murmurando aunque nadie escuchara.

Pocos pudieron llegar a observar
el raído asiento que ostentaba,
pues al enser hubieron de ocultar,
y cubierto fue bajo una manta.

Pero mi mano incauta desvistió
aquel extrañísimo objeto
que, más que proveer algún resquemor,
a sentarme me indujo su eco;

surgido espontáneamente, allí,
bajo la bóveda de granito
que mi itinerario vio transcurrir,
pues ya llevaba días perdido.

"Tregua" 149 de 365: ademán indiscreto

Como una hoja de papel en blanco,
espero a ser impregnado por ti,
por la tinta que derrama sangre
en cada palabra que ha de servir.

Aguardo un soplo de aire fresco
que contenga un ápice de quietud,
acecho al ademán indiscreto
de tu pupila, envuelta en azul.

domingo, 2 de febrero de 2014

"Tregua" 148 de 365: suerte de fe inconsciente

Credo inconsistente,
insistes: reviertes
lo que al bien doblegue.
Mas creer que promueves
pura virtud siempre,
es creencia inerte
de aquel que se tiene
como el más fuerte;
juicio que consiente
a cuanto lo pervierte.
Nadie saldrá indemne
cuando la fe gobierne,
y entonces despiece
al que no asiente.

"Tregua" 147 de 365: beso desarraigado

El beso desarraigado
del vacío existencial
me arrastra a lares olvidados
por generaciones que vendrán.

El tiempo que ha expirado
en su infausta cuenta atrás
no muestra aún su legado,
aquel que nos sucederá.

"Tregua" 146 de 365: casi sin querer

Mis pensamientos destilan
delirios oníricos que
mis pedazos rebajan
a todo, casi sin querer.

Cavilaciones que escapan
a mi ingenuo comprender,
una inexorable trampa;
de todos mis deseos, red.