viernes, 9 de noviembre de 2012

Desoye mis palabras

Ante todo, desoye mis palabras. Y mientras tanto, no lo olvides; ponte en pie y observa como todo se derrumba ante ti. Cómo todas y cada una de las cosas que creíste primordiales no son más que un efímero devenir de circunstancias y hechos irrelevantes. Cómo cada una de las sonrisas que regalaste fueron olvidadas, ocultadas bajo el velo de la indiferencia. Cómo todos tus pensamientos fueron castigados con el más terrible ostracismo. Recapacita sobre la estúpida inducción de condescendencia a la que te has sometido, sobre cómo has complacido a todos los que acudieron a ese burdo baile de máscaras.

¿Es bajo el precio que has tenido que pagar? ¿Qué habilidoso sastre ha confeccionado tan elaborado disfraz, que hizo olvidar quién lo llevaba? ¿Tienes todavía valor para recorrer las tortuosas calles de tan olvidada ciudad? ¿Reúnes fuerzas para descubrir algo más que ocultar? ¿Necesitas otra pregunta más para volver a verter una lágrima, que rápidamente disimularás? ¿Acaso tienes claro ya lo que necesitas? ¿Y lo que no necesitas? ¿Deseas volver abrazar al silencio?

Camina de nuevo, no te demores. Ve rápido, no debes olvidar tú destino. Y puede que algún día te reconcilies con todo lo que se halla bajo tus pies. Entre tanto, disfruta del ensoñador desfile de ilusiones intangibles cuyo influjo te obnubila. Bebe el dulce néctar de las cálidas esperanzas que te brinda el idilio de aquellos senderos que aún no han sido recorridos. Embriágate con la tierna llama de la indeleble promesa de un nuevo amanecer, de un nuevo destino, de una nueva vida.

Sueña con las formas de las sombras que desdibujan nuestros sentimientos. Deja que te abracen los recuerdos ya olvidados en la tormenta del desolado devenir del tiempo. Añora todo aquello que se esfumó entre tus dedos antes de que pudieras llegar a amarlo, sin dejar que tal enfurecido huracán te arrastre en su impetuosa cólera. Anhela todas y cada una de las estrellas que recorren el oscuro cielo que se dilata en tu conciencia, y vuela lo necesario para poder acariciar todas y cada una de ellas. Y te lo ruego: ante todo, desoye mis palabras.