martes, 26 de noviembre de 2013

"Tregua" 87 de 365: a deshora, tarde y en desgracia

Cuando las nubes al fin se oculten
y el diablo y su embrujo, que me atrapan,
por oportuno entonces estimen,
te diré las palabras que faltan
en toda cartas que recibiste
a deshora, tarde y en desgracia.
No lo tomes en vano, dijiste;
no lo hago, ni lo haré mañana.
Detrás de cada astuto acertijo,
hay más de una ingenua respuesta.
Más allá de un futuro maldito
quedó el pasado, entre rejas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

"Tregua" 86 de 365: tierra seca

La tierra seca se esparce
como si una plaga fuera.
La tierra seca se pierde
por fronteras, siempre yermas;
donde los huesos se extienden
y se funden con la arena,
cual elegía a la muerte
de un dios que bajó a la tierra.

domingo, 24 de noviembre de 2013

"Tregua" 85 de 365: el recuerdo postergado

Recuerda que nunca nada es lo que parece ser,
pues a menudo, todos lo solemos descuidar.
Por tus palabras, puede que no te perdonarán,
pero aunque solo estés, debes olvidar otra vez.

Olvidar lo vivido, olvidar lo soñado;
olvidar cada mota de polvo del recuerdo
que desplegó ante ti su embrujo, sin serlo;
y arrojar al olvido el recuerdo postergado.

"Tregua" 84 de 365: cerraduras oxidadas

¡Hola a todos! en mi entrada número 100 en este blog os traigo un poema, se titula "cerraduras oxidadas". ¡Nos vemos!


Cerraduras oxidadas que nadie podrá abrir;
las hallamos a todas horas, en cualquier lugar.
¿Todavía a ello te tienes que acostumbrar?
algunas cosas son y serán siempre así.

Vuelve la mirada, ya conocen tu intención;
mas inténtalo siempre que sepas cómo olvidar
todas tus caídas; pesadilla hecha realidad.
Hazlo aunque conozcas el pánico y su sabor.

sábado, 23 de noviembre de 2013

"Tregua" 83 de 365: el reino de la sombra (parte 1 y 2)

En el reino de la sombra
nadie hace ya preguntas.
En el reino de la sombra,
todo se halla en la penumbra.
De nuevo el hielo y la roca
recubren sus vastas tierras,
y ya no hay fuego que avive
lo que la muerte derrota.

En el reino de la sombra
ya no juegan los niños,
y el viento ya no sopla,
pues en quietud se deshizo.
Mezclan de nuevo, los miedos,
las sustancias más letales.
No crees estar despierto,
pero hoy... No lo descartes.

viernes, 22 de noviembre de 2013

"Tregua" 82 de 365: el reino de la sombra (parte 1)

En el reino de la sombra
nadie hace ya preguntas.
En el reino de la sombra,
todo se halla en la penumbra.
De nuevo el hielo y la roca
recubren sus vastas tierras,
y ya no hay fuego que avive
lo que la muerte derrota.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Tregua" 81 de 365: invierno etéreo

Se extingue otra vez;
siempre lo ha hecho
y siempre lo hará,
ello es muy cierto.
Se empieza a palpar
su gran apremio
en pisar su hogar,
mas no hay silencio
que no haga pensar
en él, sincero,
volviendo a estrellar
todos mis miedos
en cualquier cristal.
Mas no hay deseos,
no hay pesar
y aunque hoy temo
que me haga olvidar,
siempre lo ha hecho
y siempre lo hará,
ello es muy cierto.
Empiezo a añorar
al frío invierno.

martes, 19 de noviembre de 2013

"Tregua" 80 de 365: escenario eterno

El cielo se muestra cual amplio pedestal,
abriéndose paso tras la gran llanura.
Más allá, un remoto silencio se encierra
en sus anciana rocas y su piel desnuda.
Se escucha aletear a un ave, y su silueta
lejos se pierde; pues vuela con premura.
¿Viajará al otro lado de la tierra,
o se unirá al firmamento y su hermosura?
A la espera sigo de una respuesta
que más nos fascine que la propia duda.

"Tregua" 79 de 365: el perro viejo (parte 1 y 2)

El perro viejo ya no descansa;
viaja de ciudad en ciudad, manso,
huyendo del agravio y la trampa,
pues ya en su antiguo hogar sufrió el daño
de una vida vacía y encerrada
al inerme paso de los años.
Ahora no sentirá como escapa
ante él su destino, con descaro.

El perro viejo confía en ti
como el cordero en cualquier lobo,
pues con el tiempo aprendió a rehuir
cualquier mentira y su coloquio.
Ya nada le detiene en su viaje,
ya a nadie recuerda en su camino;
al fin dejó de usar los disfraces
que a sus viejos amos les convino.

lunes, 18 de noviembre de 2013

"Tregua" 78 de 365: el perro viejo (parte 1)

El perro viejo ya no descansa;
viaja de ciudad en ciudad, manso,
huyendo del agravio y la trampa,
pues ya en su antiguo hogar sufrió el daño
de una vida vacía y encerrada
al inerme paso de los años.
Ahora no sentirá como escapa
ante él su destino, con descaro.

domingo, 17 de noviembre de 2013

"Tregua" 77 de 365: tierna compañera

Hola a todos, hoy os traigo una letra de una canción que acabo de componer, se titula "tierna compañera"


Otra vez en este bar...
Sigue sonando la misma canción.
Aunque no me creas, es verdad:
de tus penas, soy un ladrón.

Tráeme esa guitarra,
no precisamos de más.
La noche escapa,
el día pronto llegará

Me quedaré contigo
cuando el sueño te capture
y seguiré cantando
para hacer que éste perdure

Tierna compañera, deja que te cante este blues;
aunque afuera llueva, a tu lado el cielo es azul

Cuéntame de nuevo esa historia
que siempre te hace reír.
A tu lado pasan las horas
fugaces, en su ir y venir

Tráeme esa guitarra,
no precisamos de más.
La noche escapa,
el día pronto llegará

Me quedaré contigo
cuando el sueño te capture
y seguiré cantando
para hacer que éste perdure

Tierna compañera, deja que te cante este blues;
aunque afuera llueva, a tu lado el cielo es azul

Me hallo en un torbellino
que tú has causado;
pero no vuelvas a pensar
que ello no es de mi agrado.

Tierna compañera, deja que te cante este blues;
aunque afuera llueva, a tu lado el cielo es azul.


viernes, 15 de noviembre de 2013

"Tregua" 76 de 365: tierra desnuda

La nieve se posaba
sobre todas sus ramas
y aún así, el árbol, firme
al olvido esperaba;
pues en la yerma llanura
reina la noche amarga
y en su tierra desnuda
no hay raíces, no hay nada.

jueves, 14 de noviembre de 2013

"Tregua" 75 de 365: el agua y la roca

La cascada acomete a la roca
y esta se resquebraja, impasible,
mientras cada gota se desploma
en el pétreo caos que hoy reviste.

La piedra ya no aguantará más
el desgaste del agua, incansable,
que siglos lleva agrietándola,
mas en esta mala hora destruye.

Lágrimas del aciago amigo
recubren a la infausta roca,
pues largo tiempo han vivido unidos
¡y despedirse, al fin, toca ahora!

miércoles, 13 de noviembre de 2013

"Tregua" 74 de 365: escribir

Deseo escribir, escribiendo,
todo lo que nunca escribí.
Raudo lo haré, sin perder tiempo,
escribiré, hoy lo haré por fin.

Leerás lo que ayer, escribiendo,
pude sobre esta hoja transmitir;
leyendo tu rostro sincero
escribiré otra vez, quizás de ti.

martes, 12 de noviembre de 2013

"Tregua" 73 de 365: ¿por qué escapas?

Los últimos granos de arena
resbalan por el sinuoso cristal
y el tiempo que huye, ya no espera
a que puedas llegar hasta el final.

Cada instante ante ti se rebela
y te abandona, sin mirar atrás.
Los segundos ni se dan vuelta
cuando del reloj los ves escapar;

se esfuman, cual llama de una vela
que se consume en la oscuridad,
como un águila que, veloz, vuela
y que ya no podremos alcanzar.

lunes, 11 de noviembre de 2013

"Tregua" 72 de 365: "camino desgarrado" (con colaboración)

¡Hola a todos! Aquí os dejo un pequeño relato que he escrito con una imagen que en cierto modo me "inspiró", la cual pertenece a http://indigohorizonte.blogspot.com.es/ ; agradezco enormemente su colaboración. Os invito también a que os paséis por esta buena página de fotografía compaginada con traducciones de poemas y textos de diversos autores. ¡Hasta mañana!



Camino desgarrado, mis botas te extrañan y se estremecen al pensarte; camino desgarrado, en el que no hay paradas, y todo destino es válido, no me abandones en mitad de mi viaje. Las puertas que me cerraste fueron más que las que me abriste, pero el antídoto que me ofreciste fue peor que tu propio veneno. No vuelvas a mirarme, permite que sea yo quien te transite, en este desierto de incertidumbre: déjame hacerme uno con tu carretera interminable, volver de nuevo a mi opaco origen para ser yo otra vez, y no aquello que tiempo atrás me otorgaste olvidar.

Camino desgarrado, estás lleno de cristales rotos y me obligas a cruzarte descalzo, sin importar que otros senderos no guarden hostilidades, pues sabes que anhelo perderme en ti, cruzar la línea del desorden y abrazarme a tu irresistible caos. Concédeme perderme en tu vasto laberinto, fundirme en tu fuego imparable para acariciar tu piel por unos instantes. Camino desgarrado, ahuyenta a todos mis fantasmas para poder entregarme al único propósito de recorrerte, de sentirte en mí durante esta efímera marcha que me atrapa, antes de que el viento borre mis huellas y la lluvia sepulte mi aliento.

Howard Black (relato completo)

 ¡Hola a todos! Mientras ando pendiente de un par de cosillas para publicar la tregua pendiente de hoy, os dejo el relato completo de Howard Black,  pues se hallaba distribuido en siete treguas, y todavía no lo había subido en una sola publicación. ¡Nos vemos!


-No estábamos del todo seguro de que el experimento fuera a resultar exitoso, señor.
-¡Maldita sea, ese demente está por ahí fuera, y dadas las circunstancias puede suceder cualquier cosa!
-Le aseguro que en este momento estará asustado y desorientado, y no será un peligro.
-Eso espero, pues en caso contrario… ¡Más vale que recemos!

Mientras tanto, en una vetusta calle de Londres corría Howard Black, confuso por sus extraños recuerdos, recuerdos que su insistente dolor de cabeza apenas le permitía recordar. Entreveía ligeramente las luces que salían de las pequeñas ventanas de las viejas casas de aquel barrio, cuyos propietarios reposarían tranquilos tras un duro día, a diferencia de él, cuya falta de recuerdos le atormentaba tenazmente. Recordaba haber pasado meses encerrado, habiendo apenas comido, en una pequeña y fría celda, mas todavía su memoria no alcanzaba a vislumbrar el motivo de su encierro.

Cerca de allí había una pequeña taberna, y decidió acercarse y descansar, agotado por la agitación de las últimas horas. Una vez dentro, se aproximó al tabernero, y antes de que comenzara a hablar al dueño del establecimiento, éste palideció, y mientras una pátina de sudor le recorría la frente y Howard se sobrecogía, le rogó en voz baja que se fuera por donde había venido, antes de que tomara otras medidas. Salió presurosamente antes de que aquel hombre mediara otra palabra, y en ese preciso momento se dio cuenta de que comenzaba a anochecer, y que las calles se encontraban absolutamente vacías, excepto por varios hombres a caballos que se distinguían a lo lejos, cerca de las últimas casas de la zona. Se preguntó que qué sucedería, quiénes eran aquellos hombres, y sobre todo, si alguno de estos interrogantes estaría conectado con todo el tiempo en que estuvo cautivo en aquellas estancias, sumergido en las sombras y el miedo.

Howard permaneció inmóvil, a la espera, quizás insensata, de poder hablar con esos hombres que se aproximaban a caballo, pero inesperadamente recibió un fuerte empujón, y se golpeó la cabeza contra algo duro, por lo que perdió la consciencia sin lograr descubrir quién era aquella persona que había chocado con él.

-Querido amigo, estás metido en un buen lío. Todo lo que has hecho en los últimos tiempos no tiene perdón para apenas ningún ser humano, y tienes suerte de que te haya encontrado antes que ellos, pues me temo que no habrían tenido piedad. Un hombre como tú en una situación como esta debe resguardarse en un lugar seguro y recóndito si quiere evitar ser pasto de los gusanos.

Howard empezaba a recobrar la consciencia, mas había escuchado a la perfección lo que aquel extraño sujeto le dijo, y lo asimilaba mientras trataba de ensamblar las piezas de aquel inconcluso y enloquecedor rompecabezas.

-¿Quién eres? ¿Cómo sabes por lo que me buscan?- dijo Howard cuando reunió algo de fuerzas para articular palabra.
-Soy John Hallen, y te ayudaré a escapar de las autoridades porque, sinceramente, creo que no mereces un castigo como el que se te va a imponer. La sociedad te ha juzgado, pero toda la infancia y juventud que has pasado han provocado que más tarde cometieras las atrocidades por las que se te acusa.
-¡Por favor, dime qué está pasando! ¡No entiendo nada, y no conservo apenas recuerdos desde que he despertado de meses de delirios, hace escasas horas!
El señor Hallen, con un rostro profundamente preocupado, entregó a Daniel un periódico nacional, cuya portada confirmó todas las terribles sospechas.
-¡Yo no pude matar a aquellas personas! ¡Cómo podría haber olvidado algo así! ¡No recuerdo si quiera haber trabajado para ellos!- gritó Howard, que había palidecido.
-Howard, no recuerdas nada relacionado con ello porque tu subconsciente bloqueó todos esos macabros sucesos que protagonizaste para protegerte, pues no pudiste aguantar los meses que has estado en cárcel la culpabilidad que te atenazaba y caíste en una espiral de delirios de la que nadie se preocupó de rescatarte.
Debes saber la verdad, porque si quiero ayudarte es totalmente necesario.
-¿Y cómo escapé de la cárcel?
-Yo no te ayudé a hacerlo. Fue la noticia de tu huida la que me dio el coraje de ir a buscarte, y tuve la feliz casualidad que encontrarte antes que la policía. Alguien, el cual deduzco que no tenía el menor interés en que lo recordaras, fue el que posibilitó que cesara tu encierro.
-Debes saber, John, que todavía no tengo recuerdo alguno de aquellos crímenes que al parecer, pudiera haber cometido.
-Asesinaste matrimonio de clase acomodada en cuya casa servías, pues sus malos tratos hacia ti aumentaron desconsideradamente, y tras un día de burlas infames e humillaciones, encolerizaste y acabaste con su vidas.
-No puede ser, debería tener una mínima noción de todo ello...
-Howard, tras cometer aquellos horribles actos subconscientemente bloquease esos recuerdos, y entraste en una espiral de locura y delirios en tus meses en prisión, pues la verdad era desproporcionadamente cruda como para aceptarla.
-Y ahora... ¿Ahora qué debo hacer? ¿Cómo piensas ayudarme? Y lo que es más importante aún... ¿Aseguras que todavía te apiadas de mí? Me hallo en un mar de confusión.
-Yo te ayudaré a eludir la pena capital que se cernía sobre ti, pues comprendo que tu vida ha sido un cúmulo de sufrimiento y desgracias, y no has podido huir del resentimiento y la rabia, que desencadenaron tus cruentos actos.
-Creo que tienes razón... No soy merecedor de que me arrebaten la vida, vida que me ha tratado con penurias y daños incomparables, y que por ello he terminado de esta manera. Me parece que esa asquerosa élite que se permite el lujo de aniquilar a pequeños diablos son verdadera escoria de nuestra sociedad. Y no deberían decidir en esas circunstancias, siquiera deberían estar ahí... ¡siquiera existir!.
-Howard, sinceramente, tampoco debemos extralimitarnos en nuestras cavilaciones, solo buscamos ponerte a salvo.
-¡Silencio! Desde ahora olvidaré mi apacible actitud ante las injusticias que he vivido, pues ya no aceptaré pasivamente que esos gusanos exterminen a aquellos que les molestan en su lujuriosa y opulenta vida. Iré a buscar a aquellos que pretendían acabar conmigo, aquellos que mancillando el nombre de la justicia acabaron con ella misma.
-¡Si los matases, solo estarías realizando los mismos propósitos que contigo tenían!
-¡No, pues mi venganza busca acabar con el despiadado abuso que se produce cuando un cúmulo de peces gordos ejecutan individuos cuyos actos han sido condicionados desde el principio por sus míseras y tristes existencias rodeadas de brutalidad!
-¡Howard, no te puedo seguir en ese camino que pretendes tomar!
- Necio... ¡No me comprendes! ¡Daré fin a las vidas de aquellos que sin conocerme, me condenaron sin reparo!

Y sin mediar otra palabra, Howard Black abandono rápidamente las estancias en que se encontraban con el fin de que John Hallen no pudiera seguirle en su huida, ni en su vehemente empresa; y cobijado por el manto estrellado, partió velozmente, inmerso en sus maquinaciones, sin que John pudiera seguir alcanzar ni apenas perseguir a aquella sombra oscura que se perdía en las calles del Londres nocturno. Éste quedó, pues, sumido en profundas preocupaciones, pues aquello alteraba alarmantemente su plan. Si Howard llegase hasta aquel que promulgó el dictamen de su ejecución, todo podría trastocarse.

Howard Black corrió lejos, donde John Hallen no pudiera alcanzarle de ningún modo. Howard no dudaba de la sinceridad de John, y por ello en ese momento comenzó a plantearse de nuevo una escabrosa cuestión: ¿Quién le había liberado de su cautiverio en prisión, y se había retirado antes de ser descubierto y qué motivos tenía? ¿Qué clase de relación guardaba con él? ¿Acaso actuó bajo órdenes de alguien, o por su propia iniciativa?

El hecho de que alguien hubiera liberado anónimamente a un asesino para liberarlo de su pena de muerte, cuando la opinión pública se solía volcar en contra de tales delincuentes, era demasiado extraño, y Howard no conocía a su familia, pues se había criado en míseros orfanatos tras ser abandonado siendo un bebé, y era prácticamente imposible que cualquier hipotético familiar pudiera saber de su existencia.

Mas aún sumido en estas cavilaciones, todavía seguía inmerso en el ansia de venganza que había brotado de su frustración ante la frivolidad de aquellos que le condenaron, y se dirigía a los Reales Tribunales de Justicia, donde se había dictado la fatídica sentencia, para rendir cuentas ante aquellos que planearon su ejecución. Callejeó por las oscuras calles, silencioso, pero veloz y decidido, hacia su destino. Cuando ya estaba cerca de allí, en un callejón oscuro comprobó que, efectivamente, todavía guardaba el afilado cuchillo que sustrajo a John Hallen cuando éste, distraído, hablaba con él. Howard consideraba que John era un buen hombre; le había ayudado a escapar cuando aquellos policías a caballo se dirigían hacia él, y comprendía su vida y su situación, aunque no su más que justificado anhelo de librar a su pueblo de aquellos que con su absurda e hipócrita moral traducida en leyes abusivas y punitivistas se permitían borrar del mapa a pobres infelices sin conocer sus situaciones ni motivos.

Pronto llegó al edificio en el que pretendía entrar furtivamente. Increíblemente, no había guardias en la entrada, por lo que aprovechando la oscuridad, Howard comenzó a perderse, envuelto en su oscura vestimenta, por los pasillos de aquel enorme inmueble, pues no le costó demasiado trabajo forzar la cerradura de una puerta secundaria: en su infancia en los orfanatos había conseguido mucha habilidad en la técnica de abrir candados y puertas cerradas. Los vigilantes, que evidentemente se encontraban armados, no se percataron de su presencia, pues ésta casi era inadvertible. Con extremo sigilo, pudo encontrar casi intuitivamente la puerta entreabierta de la sala donde fue juzgado.

Howard entró presurosamente en la sala, pues debía realizar su cometido antes de que alguien le encontrara, ya que todo el lugar se hallaba minuciosamente vigilado. Allí dentro la oscuridad era sobrecogedora, y ver de nuevo todos los asientos donde se hallaban los hombres que no pestañearon al ratificar su pena capital estremeció a Howard, mas avivó aún más, si cabe, su ira hacia ellos. Cuando llegó al estrado principal, comenzó a buscar en los cajones, y tuvo la suerte de encontrar un documento en el cual figuraba el lugar donde vivía el juez. Arranco ese trozo de papel, lo metió en uno de sus bolsillos, y salió cautelosamente de los Reales Tribunales de Justicia,, en dirección hacia el hogar de aquel juez, aquella inmunda persona que debía ser borrada de la faz de la tierra.

¿Cómo debía allanar su morada? ¿Debía ser sigiloso, o entrar ruidosamente y acabar con él sin mediar ningún tipo precaución? Si tenía hijos o esposa, ellos no deberían verlo... Lo llevaría a otra habitación. Pero una vez allí, con ayuda de su cuchillo acabaría con su inmunda existencia. Todas estas cuestiones atormentaban a Howard cuando este se dirigía a la morada del desaprensivo juez; mas, finalmente, cuando quedaba poco camino por recorrer, decidió entrar rompiendo alguna ventana, sin darle tiempo a escapar, aunque pudieran atraparlo posteriormente, pues en aquel momento Howard no valoraba su vida si no en cuanto a su cometido de acabar con su acérrimo enemigo.

Pronto vislumbro su destino. La casa era ostentosa y bastante grande, con lo que debería ser más precavido a la hora de entrar en ella de lo que en primer momento planeaba. Saltó con extremo cuidado la valla que rodeaba el inmueble, y una vez superada, se cercioró de que no hubiera luces encendidas en las estancias del lugar. Se acercó a la puerta principal, agachado bajo unos arbustos, y comprobó, sorprendido, que estaba arimada. La suerte le sonreía, y el no debía desaprovechar aquella oportunidad.

Raudo y veloz, entró dentro de la vivienda y atisbó entre la oscuridad el interior del aposento. Al fondo del vestíbulo había una habitación, que podía tratarse la sala de estar, con lo que Howard se aproximó. Pero no lo hizo como había pensado, encolerizado, cuando tramaba su plan de asesinato. Lo hizo tan lentamente que podía oír el suave viento rozando a las farolas, el quejido de la madera de los árboles, el latido de la ciudad... Y una vez dentro del salón, una tenue luz proveniente de una farola en la calle le hizo poder distinguir sin problema todo el salón. Pero allí no había nadie; lo único llamativo eran varias hojas escritas a manos, probablemente por el propio juez. Howard, llevado por la curiosidad, cogió los archivos y comenzó a leerlos. Era un texto legal denso y de difícil comprensión, por lo que comenzó a pasar las hojas y a hojearlas, desconcertado, hasta que llegó a la última.

"Por todas esas evidencias y pruebas que han sido recopiladas a posteriori de que se produjera el juicio que condenase a pena de muerte al señor Howard Black, determino que es inocente, pues así se ha demostrado, con la consiguiente revocación de su punición (...)".

Howard se quedó helado. Después de aquel infierno que había pasado, las pruebas presentadas de las que se hacía constancia en las páginas anteriores verificaban que era inocente.

No podía ser cierto... Todo aquel tiempo había concentrado su ira, su odio, en aquel sujeto que le condenó, y ahora, al fin, descubría que se había escapado de su fatídico destino, posibilitado por aquel mismo hombre. Todo le daba vueltas, un mar de dudas y posibilidades asedió su mente, pues aquello era algo totalmente inesperado. Muchos recuerdos regresaron del funesto juicio; de su turbulenta estancia en prisión, rodeado de delirios y enajenación. Mas ahora, al fin, podía ser libre. Podría disfrutar de su vida, sin anteponer ello a la muerte de otra persona, tal y como concebía hacía pocos minutos. Lo más adecuado para él sería regresar a prisión y que se hiciera efectiva la absolución del juez, y a partir de entonces volvería a ostentar su ansiada libertad.

Howard se dirigió a la puerta principal de la casa, sintiéndose más tranquilo; ya no sentía tener el mundo a sus hombros. Más una fría y familiar voz le arrancó de su ensimismamiento.

"Hola, Howard. Me temo que ya nos conocemos. Desde que despertaste, has ido descubriendo muchos actos que cometiste y situaciones que viviste que, francamente, son muy desagradables. Mas lo que no sabes, es que desde mucho antes del momento en que dictase tu sentencia, ya había trazado meticulosamente tu destino, el camino que recorrerías en tu futuro. Nunca mataste a tus amos, Howard, fueron mis esbirros quienes lo hicieron. Mas antes de ser capturado, mientras me ocupaba de colocar pruebas que te inculpasen, varios científicos y estudiosos de la psique humana que trabajan para mí iniciaron cruentas sesiones en las que se te indujeron terribles recuerdos y visiones, y una profunda amnesia. Y yo mismo, ya que conozco la prisión londinense como la palma de mi mano, y tengo acceso a sus llaves y rutas ocultas, ayudé a escapar de allí, distrayendo a los guardias y encargados. Una vez que te encontrabas en la ciudad, te abandoné para no cruzarme contigo hasta el día de hoy.

Mas mi buen amigo John Hallen te encontró, tal y como esta previsto, y apenas necesitó convencerte de que el haber asesinado a aquellos para quien trabajabas solo fue un resultado de un vida despiadada y cruel que te condicionó desde un primer momento hasta aquellos atroces crímenes. Entonces, Howard, huíste, tal y como había planificado, en busca de venganza; en busca de mi persona, para acabar por mi vida. Quiero que sepas, ante todo, que no sufro ningún tipo de odio que se remonta a tiempos pasados hacia ti, ni nada similar. Simplemente he ideado este entramado cual experimento. Busco conocer la mente humana; mas no una simple reacción o pensamiento predeterminado, fruto de un convenio social o una necesidad imperiosa de ocultar una incontenible vehemencia. Lo que anhelo es conocer las raíces de un arrebato irrefrenable, conocer los motivos de nuestras más oscuras pasiones, el fundamento de nuestros más ancianos demonios.

Tu ira te llevó un deseo impetuoso de aniquilarme, deseo al que diste rienda suelta. Mas algo extraño sucedió, y que ha dotado aún de más interés, si cabe, a mi investigación. Tu argumento, más que fundamentarse en una venganza personal, lo hacía en librar a nuestro pueblo de la amenaza y lastre que yo constituía para él, por lo que, en consecuencia, esta noche, colocando aquellos documentos que certifican tu inocencia sobre la mesa de mi sala de estar , he dispuesto dos opciones; debías tomar un camino u otro. Y aquel que has tomado desmerece de tu razonamiento inicial sobre la justificación de mi asesinato. Howard, ¿Si mi muerte no era una venganza personal, sino una acción heroica que libraría a Londres de un villano, por qué te disponías a abandonar mi hogar sin acabar conmigo al conocer que te eximiría de tu condena?

Eras un hombre fuerte y dispuesto a todo, Howard, pero tu debilidad ha hecho que fracases. Tu ideal cruzada en nombre de la sociedad ha resultado ser otra venganza personal. Si hubieras subido hacia mi habitación, me habrías asesinado, y no sabrías nunca la verdad. Y vivirías más tranquilo y en paz tras cometer tu represalia, aún sabiendo que ya has matado a tres personas distintas, pues lo has hecho con la tranquilidad con la que el león deshuesa al búfalo. Y ahora... ¡Qué ironía! Tu cabeza da vueltas y te hayas inmerso en un mar de culpabilidad y desasosiego, pues eres consciente de la ruin hipocresía que se ha producido al final viaje hacia mí: tú mismo has corrompido tu cometido.

Mi investigación concluye aquí. He conseguido construir, a partir de una ficción que ha devenido en cruda realidad, que un asesino pudiese vivir tranquilo y en paz respecto a sus fechorías, y un hombre inocente se ahogue en un mar de resentimiento, culpabilidad y desconsuelo. Adiós, Howard Black, gracias por ser la persona con la que he podido adentrarme en las oscuras profundidades de las sórdidas pasiones y afectos de la mente humana, con la que he jugado a un siniestro juego, y he ganado".

"Tregua" 71 de 365: espera, despierta y recupera

El anciano, inmóvil, contempla la noche
mientras su fiel perro, a su vera, espera
jadeando, a que su amo la marcha retome;
pero a éste envuelve el cielo, y despierta
a la llama de la memoria, y su tiempo,
que se antoja perdido, recupera.
Una luz brilla a lo lejos, y no miento,
pues al anciano, al fin, alumbró su senda.

sábado, 9 de noviembre de 2013

"Tregua" 70 de 365: el cristal

¡Hola a todos! Aquí os dejo un poema algo más extenso en relación con los otros que suelo hacer. Me ha costado bastante trabajo y tiempo realizarlo, espero que os guste, se titula "el cristal". ¡Nos vemos!


En una noche cualquiera, me decidí a subir, al fin,
la decrépita escalera que conduce a mi olvidado desván;
de su férrea puerta, custodiante, la llave no perdí,
aunque tras su último uso, muchos años huyeron ya.
Mi morada... ¡cuán extensa era, que ni a los que vio morir
mostró su esencia oculta, su entraña sobrenatural!
Y sus ígneas vidrieras
tu alma podrían reflejar.

La puerta rugió al abordarla mi llave, mas no dudé
y así mi farol, por lo que retrocedió la oscuridad.
La penumbra embargó hasta el último soplo de aire
cuando mis pisadas ultrajaron la quietud del lugar;
el viento, espantado, huyó, cerrando los ventanales,
y entonces una nube esquiva a la luna quiso ocultar.
Su sombra impasible
sentí, tras el cristal, brillar.

Pude distinguir a una rosa negra seca en su jarrón,
y sobre la misma mesa, las cenizas de una carta.
Proseguí, mientras me abordaba el recuerdo y su rumor;
el susurro de la melancolía, que a su amo extraña.
Desde que mi arma balas para el dolor no pudo hallar,
ella, inagotable, en todos mis viajes me acompaña.
Su voz, en noches como ésta,
de sus labios vuelve a brotar.

Rodeado de objetos que al olvido fueron postrados,
mi atormentada conciencia crepitaba intranquilidad:
tras abrir la puerta, o antes, uno me había observado.
Al fondo de la sala algo había, mas se quería ocultar,
pues una gruesa tela cubría a aquello, tan extraño:
 sentía que hasta mi propia respiración podía captar.
Mas me acerqué, y confieso
que algo me hubo de obligar.

Ante el misterioso mueble me quedé petrificado,
pero el miedo sacudió mis pensamientos: sin dudar,
retiré el tejido, y entonces retrocedí unos pasos:
aquello que tenía ante mí era un cristal singular,
pues su superficie mostraba ya el paso de los años.
Mas algo insólito noté,
bajo el vidrio, murmurar.

Tras el cristal, solo se distinguía la oscura pared,
y su marco y ornamentos desgastados se hallaban ya,
mas la luna, insumisa, de las nubes huyó, y esta vez
su fulgor conquistó la sala, otorgando vida al cristal.
Sobrecogido por lo que acababa de suceder,
creí que mis sentidos me acababan de traicionar;
pero la vítrea realidad
se acababa de despertar.

Un hombre permanecía de pie, al otro lado del cuadro;
respiraba tan despacio que su vaho se podía palpar.
Me atreví a preguntarle quién era, cómo había llegado,
cual había sido su suerte, y si me podía ayudar.
Obtuve cual respuesta un gesto que se me antojó extraño,
pues palideció al oír mi voz y comenzó a susurrar,
más me acerqué al vidrio,
y entonces pude escuchar.

"Hace tiempo, no transitábamos por sendas distintas;
simplemente nos cogíamos de la mano al caminar,
sin mayor miedo del que el impredecible amor revista
nuestras problemas más hondos, pues los pudimos olvidar.
Pero el destino fijó nuestra desdicha, amada Livia,
mas aquel no ha permitido que yo te pueda olvidar".
Estas palabras llegaron a mí
cual terrible tempestad.

¿Cómo había osado aquel desconocido robar los versos,
que entregué a mi amada Livia antes de que hubiera de expirar?
Solo ella los pudo escuchar, agonizando en su lecho,
y desde aquel momento, solo han sido de su propiedad.
Furioso, al presenciar tan desmedido improperio,
por la memoria de Livia, a ese hombre había de castigar:
empleando mis propias manos,
el vidrio debía quebrar.

Golpe tras golpe, sentía caer los trozos a mis pies,
y mi sangre salpicaba el suelo, cuando logré acabar.
Mas cogí un trozo de cristal, y no pude ver a través:
solamente mi rostro reflejado pude contemplar.
Aquello no era un cristal; lo único que había podido ver
fue lo que un espejo hubo, ante mí, de reflejar,
y presa de su reflejo,
de él jamás podré escapar.

viernes, 8 de noviembre de 2013

"Tregua" 69 de 365: pisadas livianas

Oiré tu nombre
y se detendrá el mundo;
tus pisadas livianas
en suelo desnudo
vuelven mientras duermo,
cual tenue susurro,
mas ya, desespero,
pues no las escucho.

"Tregua" 68 de 365: tu suerte

Se acaban las horas,
la arena desciende
tras el firme cristal
y entonces comprendes
que todo se apaga;
y aunque recuerdes
mis tristes palabras,
esta es tu suerte.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

"Tregua" 67 de 365: tenue fulgor

Duermen las luces que iluminarán el mañana,
con sus tenues fulgores, que se escapan, distantes,
en la lejanía de la tierra apagada,
cual triste navío que se pierde en mar de mares.

Esperan a que un día, vuelva a crecer la hierba
en aquellas extensas llanuras, hoy áridas,
que antaño albergaron frondosas y húmedas selvas,
donde luna y sol a la oscuridad oprimían.

Desde que ellos se fueron, ya nada volvió a brillar;
mas los faros de la noche yacían, ocultos,
y huyendo de la sombra, de nuevo surgirían,
iluminando de nuevo este extraño mundo.

Faros de la noche, regresad a mi sendero;
iluminad mi marcha por las lúgubres sendas
antes de que la penumbra embargue mi pensamiento,
antes de que el silencio se cierna con sus cadenas.

martes, 5 de noviembre de 2013

"Tregua" 66 de 365: tu fracaso

¡Hola a todos! Hoy os dejo por aquí un poema que he hecho, titulado, "tu fracaso". Francamente, últimamente apenas hago otra cosa que poesía, porque es en lo que me encuentro más motivado a la hora de escribir en los últimos tiempos. ¡Nos vemos!


Ríen desde las profundidades
todas las criaturas escondidas
en aquellos fondos abisales,
de las que, incansable, huías.

Rugen bajo tus pies, en la sombra,
ansiosas de que la extienda la noche
y llegando a tu hogar te envuelva
sin que se escuchen ya tus voces:

llenas de temor, pidiendo auxilio,
llenas de rabia, repletas de hastío;
impregnadas en dolor, en rechazo;
ilustrando, fieles, tu fracaso.

lunes, 4 de noviembre de 2013

"Tregua" 65 de 365: juego de dos

El juego era sencillo y eficaz 
hasta que rompiste aquella norma:
fue tan solo una, ninguna más.

No hay castigo para ti, ni lo habrá,
mas, si tú entregaste el contrato...
¿Por qué me obligaste afirmar?

Pues supiste que me oprimías
con el peso insalvable del temor,
pero lo cargué, siempre en desdicha;

y tú olvidaste la prohibición
que sobre ti impusiste:
no ceder ante mi oscura pasión.

Era un juego de dos, y ahora, de dolor.
Incumpliste tu única norma;
y ya se ha hecho tarde para el amor.

"Tregua" 64 de 365: escalera a ningún sitio

Surgen las nubes,
vuelve la lluvia;
sopla el viento 
y el alma escucha
ese susurro
que nos regalan
los días oscuros,
pues son y serán
cortina extraña
de crudo hastío;
larga escalera
a ningún sitio.
Sus frías mañanas,
sus tardes vacías,
sus noches extrañas:
son muerte en vida
de todo lo que
un día vino
y después se fue,
antes de entender
que no podíamos
ya, retroceder.

sábado, 2 de noviembre de 2013

"Tregua" 63 de 365 : misiva encerrada

Se oye un chasquido en el pasillo,
retumban risas en las celdas,
risas apagadas y ásperas
que brotan de gargantas secas.

El silencio amenaza otra vez,
se escapan sollozos inquietos;
un lija rasga la pared
mientras la luz huye de nuevo.

Se sellan pequeñas rendijas
con la más profunda oscuridad
no se distingue el humo, pero
se siente en el aire su viajar.

Se terminan de escribir por hoy
cartas que de aquí nunca saldrán,
y mis lágrimas caen sobre ésta:
a tus manos jamás llegará.

"Tregua" 62 de 365: misiva encerrada (parte 1)

Se oye un chasquido en el pasillo,
retumban risas en las celdas,
risas apagadas y ásperas
que brotan de gargantas secas.

El silencio amenaza otra vez,
se escapan sollozos inquietos;
un lija rasga la pared
mientras la luz huye de nuevo.