El anciano, inmóvil, contempla la noche
mientras su fiel perro, a su vera, espera
jadeando, a que su amo la marcha retome;
pero a éste envuelve el cielo, y despierta
a la llama de la memoria, y su tiempo,
que se antoja perdido, recupera.
Una luz brilla a lo lejos, y no miento,
pues al anciano, al fin, alumbró su senda.
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