lunes, 11 de noviembre de 2013

Howard Black (relato completo)

 ¡Hola a todos! Mientras ando pendiente de un par de cosillas para publicar la tregua pendiente de hoy, os dejo el relato completo de Howard Black,  pues se hallaba distribuido en siete treguas, y todavía no lo había subido en una sola publicación. ¡Nos vemos!


-No estábamos del todo seguro de que el experimento fuera a resultar exitoso, señor.
-¡Maldita sea, ese demente está por ahí fuera, y dadas las circunstancias puede suceder cualquier cosa!
-Le aseguro que en este momento estará asustado y desorientado, y no será un peligro.
-Eso espero, pues en caso contrario… ¡Más vale que recemos!

Mientras tanto, en una vetusta calle de Londres corría Howard Black, confuso por sus extraños recuerdos, recuerdos que su insistente dolor de cabeza apenas le permitía recordar. Entreveía ligeramente las luces que salían de las pequeñas ventanas de las viejas casas de aquel barrio, cuyos propietarios reposarían tranquilos tras un duro día, a diferencia de él, cuya falta de recuerdos le atormentaba tenazmente. Recordaba haber pasado meses encerrado, habiendo apenas comido, en una pequeña y fría celda, mas todavía su memoria no alcanzaba a vislumbrar el motivo de su encierro.

Cerca de allí había una pequeña taberna, y decidió acercarse y descansar, agotado por la agitación de las últimas horas. Una vez dentro, se aproximó al tabernero, y antes de que comenzara a hablar al dueño del establecimiento, éste palideció, y mientras una pátina de sudor le recorría la frente y Howard se sobrecogía, le rogó en voz baja que se fuera por donde había venido, antes de que tomara otras medidas. Salió presurosamente antes de que aquel hombre mediara otra palabra, y en ese preciso momento se dio cuenta de que comenzaba a anochecer, y que las calles se encontraban absolutamente vacías, excepto por varios hombres a caballos que se distinguían a lo lejos, cerca de las últimas casas de la zona. Se preguntó que qué sucedería, quiénes eran aquellos hombres, y sobre todo, si alguno de estos interrogantes estaría conectado con todo el tiempo en que estuvo cautivo en aquellas estancias, sumergido en las sombras y el miedo.

Howard permaneció inmóvil, a la espera, quizás insensata, de poder hablar con esos hombres que se aproximaban a caballo, pero inesperadamente recibió un fuerte empujón, y se golpeó la cabeza contra algo duro, por lo que perdió la consciencia sin lograr descubrir quién era aquella persona que había chocado con él.

-Querido amigo, estás metido en un buen lío. Todo lo que has hecho en los últimos tiempos no tiene perdón para apenas ningún ser humano, y tienes suerte de que te haya encontrado antes que ellos, pues me temo que no habrían tenido piedad. Un hombre como tú en una situación como esta debe resguardarse en un lugar seguro y recóndito si quiere evitar ser pasto de los gusanos.

Howard empezaba a recobrar la consciencia, mas había escuchado a la perfección lo que aquel extraño sujeto le dijo, y lo asimilaba mientras trataba de ensamblar las piezas de aquel inconcluso y enloquecedor rompecabezas.

-¿Quién eres? ¿Cómo sabes por lo que me buscan?- dijo Howard cuando reunió algo de fuerzas para articular palabra.
-Soy John Hallen, y te ayudaré a escapar de las autoridades porque, sinceramente, creo que no mereces un castigo como el que se te va a imponer. La sociedad te ha juzgado, pero toda la infancia y juventud que has pasado han provocado que más tarde cometieras las atrocidades por las que se te acusa.
-¡Por favor, dime qué está pasando! ¡No entiendo nada, y no conservo apenas recuerdos desde que he despertado de meses de delirios, hace escasas horas!
El señor Hallen, con un rostro profundamente preocupado, entregó a Daniel un periódico nacional, cuya portada confirmó todas las terribles sospechas.
-¡Yo no pude matar a aquellas personas! ¡Cómo podría haber olvidado algo así! ¡No recuerdo si quiera haber trabajado para ellos!- gritó Howard, que había palidecido.
-Howard, no recuerdas nada relacionado con ello porque tu subconsciente bloqueó todos esos macabros sucesos que protagonizaste para protegerte, pues no pudiste aguantar los meses que has estado en cárcel la culpabilidad que te atenazaba y caíste en una espiral de delirios de la que nadie se preocupó de rescatarte.
Debes saber la verdad, porque si quiero ayudarte es totalmente necesario.
-¿Y cómo escapé de la cárcel?
-Yo no te ayudé a hacerlo. Fue la noticia de tu huida la que me dio el coraje de ir a buscarte, y tuve la feliz casualidad que encontrarte antes que la policía. Alguien, el cual deduzco que no tenía el menor interés en que lo recordaras, fue el que posibilitó que cesara tu encierro.
-Debes saber, John, que todavía no tengo recuerdo alguno de aquellos crímenes que al parecer, pudiera haber cometido.
-Asesinaste matrimonio de clase acomodada en cuya casa servías, pues sus malos tratos hacia ti aumentaron desconsideradamente, y tras un día de burlas infames e humillaciones, encolerizaste y acabaste con su vidas.
-No puede ser, debería tener una mínima noción de todo ello...
-Howard, tras cometer aquellos horribles actos subconscientemente bloquease esos recuerdos, y entraste en una espiral de locura y delirios en tus meses en prisión, pues la verdad era desproporcionadamente cruda como para aceptarla.
-Y ahora... ¿Ahora qué debo hacer? ¿Cómo piensas ayudarme? Y lo que es más importante aún... ¿Aseguras que todavía te apiadas de mí? Me hallo en un mar de confusión.
-Yo te ayudaré a eludir la pena capital que se cernía sobre ti, pues comprendo que tu vida ha sido un cúmulo de sufrimiento y desgracias, y no has podido huir del resentimiento y la rabia, que desencadenaron tus cruentos actos.
-Creo que tienes razón... No soy merecedor de que me arrebaten la vida, vida que me ha tratado con penurias y daños incomparables, y que por ello he terminado de esta manera. Me parece que esa asquerosa élite que se permite el lujo de aniquilar a pequeños diablos son verdadera escoria de nuestra sociedad. Y no deberían decidir en esas circunstancias, siquiera deberían estar ahí... ¡siquiera existir!.
-Howard, sinceramente, tampoco debemos extralimitarnos en nuestras cavilaciones, solo buscamos ponerte a salvo.
-¡Silencio! Desde ahora olvidaré mi apacible actitud ante las injusticias que he vivido, pues ya no aceptaré pasivamente que esos gusanos exterminen a aquellos que les molestan en su lujuriosa y opulenta vida. Iré a buscar a aquellos que pretendían acabar conmigo, aquellos que mancillando el nombre de la justicia acabaron con ella misma.
-¡Si los matases, solo estarías realizando los mismos propósitos que contigo tenían!
-¡No, pues mi venganza busca acabar con el despiadado abuso que se produce cuando un cúmulo de peces gordos ejecutan individuos cuyos actos han sido condicionados desde el principio por sus míseras y tristes existencias rodeadas de brutalidad!
-¡Howard, no te puedo seguir en ese camino que pretendes tomar!
- Necio... ¡No me comprendes! ¡Daré fin a las vidas de aquellos que sin conocerme, me condenaron sin reparo!

Y sin mediar otra palabra, Howard Black abandono rápidamente las estancias en que se encontraban con el fin de que John Hallen no pudiera seguirle en su huida, ni en su vehemente empresa; y cobijado por el manto estrellado, partió velozmente, inmerso en sus maquinaciones, sin que John pudiera seguir alcanzar ni apenas perseguir a aquella sombra oscura que se perdía en las calles del Londres nocturno. Éste quedó, pues, sumido en profundas preocupaciones, pues aquello alteraba alarmantemente su plan. Si Howard llegase hasta aquel que promulgó el dictamen de su ejecución, todo podría trastocarse.

Howard Black corrió lejos, donde John Hallen no pudiera alcanzarle de ningún modo. Howard no dudaba de la sinceridad de John, y por ello en ese momento comenzó a plantearse de nuevo una escabrosa cuestión: ¿Quién le había liberado de su cautiverio en prisión, y se había retirado antes de ser descubierto y qué motivos tenía? ¿Qué clase de relación guardaba con él? ¿Acaso actuó bajo órdenes de alguien, o por su propia iniciativa?

El hecho de que alguien hubiera liberado anónimamente a un asesino para liberarlo de su pena de muerte, cuando la opinión pública se solía volcar en contra de tales delincuentes, era demasiado extraño, y Howard no conocía a su familia, pues se había criado en míseros orfanatos tras ser abandonado siendo un bebé, y era prácticamente imposible que cualquier hipotético familiar pudiera saber de su existencia.

Mas aún sumido en estas cavilaciones, todavía seguía inmerso en el ansia de venganza que había brotado de su frustración ante la frivolidad de aquellos que le condenaron, y se dirigía a los Reales Tribunales de Justicia, donde se había dictado la fatídica sentencia, para rendir cuentas ante aquellos que planearon su ejecución. Callejeó por las oscuras calles, silencioso, pero veloz y decidido, hacia su destino. Cuando ya estaba cerca de allí, en un callejón oscuro comprobó que, efectivamente, todavía guardaba el afilado cuchillo que sustrajo a John Hallen cuando éste, distraído, hablaba con él. Howard consideraba que John era un buen hombre; le había ayudado a escapar cuando aquellos policías a caballo se dirigían hacia él, y comprendía su vida y su situación, aunque no su más que justificado anhelo de librar a su pueblo de aquellos que con su absurda e hipócrita moral traducida en leyes abusivas y punitivistas se permitían borrar del mapa a pobres infelices sin conocer sus situaciones ni motivos.

Pronto llegó al edificio en el que pretendía entrar furtivamente. Increíblemente, no había guardias en la entrada, por lo que aprovechando la oscuridad, Howard comenzó a perderse, envuelto en su oscura vestimenta, por los pasillos de aquel enorme inmueble, pues no le costó demasiado trabajo forzar la cerradura de una puerta secundaria: en su infancia en los orfanatos había conseguido mucha habilidad en la técnica de abrir candados y puertas cerradas. Los vigilantes, que evidentemente se encontraban armados, no se percataron de su presencia, pues ésta casi era inadvertible. Con extremo sigilo, pudo encontrar casi intuitivamente la puerta entreabierta de la sala donde fue juzgado.

Howard entró presurosamente en la sala, pues debía realizar su cometido antes de que alguien le encontrara, ya que todo el lugar se hallaba minuciosamente vigilado. Allí dentro la oscuridad era sobrecogedora, y ver de nuevo todos los asientos donde se hallaban los hombres que no pestañearon al ratificar su pena capital estremeció a Howard, mas avivó aún más, si cabe, su ira hacia ellos. Cuando llegó al estrado principal, comenzó a buscar en los cajones, y tuvo la suerte de encontrar un documento en el cual figuraba el lugar donde vivía el juez. Arranco ese trozo de papel, lo metió en uno de sus bolsillos, y salió cautelosamente de los Reales Tribunales de Justicia,, en dirección hacia el hogar de aquel juez, aquella inmunda persona que debía ser borrada de la faz de la tierra.

¿Cómo debía allanar su morada? ¿Debía ser sigiloso, o entrar ruidosamente y acabar con él sin mediar ningún tipo precaución? Si tenía hijos o esposa, ellos no deberían verlo... Lo llevaría a otra habitación. Pero una vez allí, con ayuda de su cuchillo acabaría con su inmunda existencia. Todas estas cuestiones atormentaban a Howard cuando este se dirigía a la morada del desaprensivo juez; mas, finalmente, cuando quedaba poco camino por recorrer, decidió entrar rompiendo alguna ventana, sin darle tiempo a escapar, aunque pudieran atraparlo posteriormente, pues en aquel momento Howard no valoraba su vida si no en cuanto a su cometido de acabar con su acérrimo enemigo.

Pronto vislumbro su destino. La casa era ostentosa y bastante grande, con lo que debería ser más precavido a la hora de entrar en ella de lo que en primer momento planeaba. Saltó con extremo cuidado la valla que rodeaba el inmueble, y una vez superada, se cercioró de que no hubiera luces encendidas en las estancias del lugar. Se acercó a la puerta principal, agachado bajo unos arbustos, y comprobó, sorprendido, que estaba arimada. La suerte le sonreía, y el no debía desaprovechar aquella oportunidad.

Raudo y veloz, entró dentro de la vivienda y atisbó entre la oscuridad el interior del aposento. Al fondo del vestíbulo había una habitación, que podía tratarse la sala de estar, con lo que Howard se aproximó. Pero no lo hizo como había pensado, encolerizado, cuando tramaba su plan de asesinato. Lo hizo tan lentamente que podía oír el suave viento rozando a las farolas, el quejido de la madera de los árboles, el latido de la ciudad... Y una vez dentro del salón, una tenue luz proveniente de una farola en la calle le hizo poder distinguir sin problema todo el salón. Pero allí no había nadie; lo único llamativo eran varias hojas escritas a manos, probablemente por el propio juez. Howard, llevado por la curiosidad, cogió los archivos y comenzó a leerlos. Era un texto legal denso y de difícil comprensión, por lo que comenzó a pasar las hojas y a hojearlas, desconcertado, hasta que llegó a la última.

"Por todas esas evidencias y pruebas que han sido recopiladas a posteriori de que se produjera el juicio que condenase a pena de muerte al señor Howard Black, determino que es inocente, pues así se ha demostrado, con la consiguiente revocación de su punición (...)".

Howard se quedó helado. Después de aquel infierno que había pasado, las pruebas presentadas de las que se hacía constancia en las páginas anteriores verificaban que era inocente.

No podía ser cierto... Todo aquel tiempo había concentrado su ira, su odio, en aquel sujeto que le condenó, y ahora, al fin, descubría que se había escapado de su fatídico destino, posibilitado por aquel mismo hombre. Todo le daba vueltas, un mar de dudas y posibilidades asedió su mente, pues aquello era algo totalmente inesperado. Muchos recuerdos regresaron del funesto juicio; de su turbulenta estancia en prisión, rodeado de delirios y enajenación. Mas ahora, al fin, podía ser libre. Podría disfrutar de su vida, sin anteponer ello a la muerte de otra persona, tal y como concebía hacía pocos minutos. Lo más adecuado para él sería regresar a prisión y que se hiciera efectiva la absolución del juez, y a partir de entonces volvería a ostentar su ansiada libertad.

Howard se dirigió a la puerta principal de la casa, sintiéndose más tranquilo; ya no sentía tener el mundo a sus hombros. Más una fría y familiar voz le arrancó de su ensimismamiento.

"Hola, Howard. Me temo que ya nos conocemos. Desde que despertaste, has ido descubriendo muchos actos que cometiste y situaciones que viviste que, francamente, son muy desagradables. Mas lo que no sabes, es que desde mucho antes del momento en que dictase tu sentencia, ya había trazado meticulosamente tu destino, el camino que recorrerías en tu futuro. Nunca mataste a tus amos, Howard, fueron mis esbirros quienes lo hicieron. Mas antes de ser capturado, mientras me ocupaba de colocar pruebas que te inculpasen, varios científicos y estudiosos de la psique humana que trabajan para mí iniciaron cruentas sesiones en las que se te indujeron terribles recuerdos y visiones, y una profunda amnesia. Y yo mismo, ya que conozco la prisión londinense como la palma de mi mano, y tengo acceso a sus llaves y rutas ocultas, ayudé a escapar de allí, distrayendo a los guardias y encargados. Una vez que te encontrabas en la ciudad, te abandoné para no cruzarme contigo hasta el día de hoy.

Mas mi buen amigo John Hallen te encontró, tal y como esta previsto, y apenas necesitó convencerte de que el haber asesinado a aquellos para quien trabajabas solo fue un resultado de un vida despiadada y cruel que te condicionó desde un primer momento hasta aquellos atroces crímenes. Entonces, Howard, huíste, tal y como había planificado, en busca de venganza; en busca de mi persona, para acabar por mi vida. Quiero que sepas, ante todo, que no sufro ningún tipo de odio que se remonta a tiempos pasados hacia ti, ni nada similar. Simplemente he ideado este entramado cual experimento. Busco conocer la mente humana; mas no una simple reacción o pensamiento predeterminado, fruto de un convenio social o una necesidad imperiosa de ocultar una incontenible vehemencia. Lo que anhelo es conocer las raíces de un arrebato irrefrenable, conocer los motivos de nuestras más oscuras pasiones, el fundamento de nuestros más ancianos demonios.

Tu ira te llevó un deseo impetuoso de aniquilarme, deseo al que diste rienda suelta. Mas algo extraño sucedió, y que ha dotado aún de más interés, si cabe, a mi investigación. Tu argumento, más que fundamentarse en una venganza personal, lo hacía en librar a nuestro pueblo de la amenaza y lastre que yo constituía para él, por lo que, en consecuencia, esta noche, colocando aquellos documentos que certifican tu inocencia sobre la mesa de mi sala de estar , he dispuesto dos opciones; debías tomar un camino u otro. Y aquel que has tomado desmerece de tu razonamiento inicial sobre la justificación de mi asesinato. Howard, ¿Si mi muerte no era una venganza personal, sino una acción heroica que libraría a Londres de un villano, por qué te disponías a abandonar mi hogar sin acabar conmigo al conocer que te eximiría de tu condena?

Eras un hombre fuerte y dispuesto a todo, Howard, pero tu debilidad ha hecho que fracases. Tu ideal cruzada en nombre de la sociedad ha resultado ser otra venganza personal. Si hubieras subido hacia mi habitación, me habrías asesinado, y no sabrías nunca la verdad. Y vivirías más tranquilo y en paz tras cometer tu represalia, aún sabiendo que ya has matado a tres personas distintas, pues lo has hecho con la tranquilidad con la que el león deshuesa al búfalo. Y ahora... ¡Qué ironía! Tu cabeza da vueltas y te hayas inmerso en un mar de culpabilidad y desasosiego, pues eres consciente de la ruin hipocresía que se ha producido al final viaje hacia mí: tú mismo has corrompido tu cometido.

Mi investigación concluye aquí. He conseguido construir, a partir de una ficción que ha devenido en cruda realidad, que un asesino pudiese vivir tranquilo y en paz respecto a sus fechorías, y un hombre inocente se ahogue en un mar de resentimiento, culpabilidad y desconsuelo. Adiós, Howard Black, gracias por ser la persona con la que he podido adentrarme en las oscuras profundidades de las sórdidas pasiones y afectos de la mente humana, con la que he jugado a un siniestro juego, y he ganado".

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