Como envuelto en un arduo tiritar,
el anciano mueble oscilaba,
crujiendo su bisagras de metal;
murmurando aunque nadie escuchara.
Pocos pudieron llegar a observar
el raído asiento que ostentaba,
pues al enser hubieron de ocultar,
y cubierto fue bajo una manta.
Pero mi mano incauta desvistió
aquel extrañísimo objeto
que, más que proveer algún resquemor,
a sentarme me indujo su eco;
surgido espontáneamente, allí,
bajo la bóveda de granito
que mi itinerario vio transcurrir,
pues ya llevaba días perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario