Como atrapado en una leve duermevela,
se dedicaba a merodear sus historias;
parecía que el reloj concediese una tregua
cuando su ávido ingenio cernía su horma.
Surgía muy a menudo, y de nuevo lo hará,
la fervorosa chispa que siempre ha de encender
la llama que en él habita, la que ha de brillar
y siempre vivirá, aunque quede en el ayer.
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