Sobre el árbol quemado
ya no se escriben cuentos
Y es que a su tronco
ajado nunca acarició el viento.
Bajo su oscura sombra
ya nadie más descansa
y no se posan pájaros
sobre sus secas ramas;
en su tallo alguien grabó
con fuego su desgracia
y su copa la ilustra,
al nacer, la mañana.
cuando el sol verte rayos,
que colorean la vida
el árbol quemado huye,
se esconde en su guarida.
Su raída corteza
conserva aún las muescas
del mordisco de un diablo,
crepitante cual fiera;
surgido en el haberno,
de allí en mala hora huyó,
pues sediento de vida,
en llamas, lo envolvió.
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