Hacia los vastos campos soplaba el viento, ávido
de cada frágil hoja que aquél albergaba;
mas ninguna perdió la llanura en el estío,
y ni siquiera el invierno su fuerza quebranta.
Sobre sus tierras derribó hielo el adversario
y arrojó una sequía a la que el río sucumbió;
pero las incansables gentes agua encontraron
en un gran manantial que la montaña liberó,
pues sus fértiles laderas habían presenciado
la sangrienta y ancestral lucha entre cielo y tierra.
Hasta que la inmunda plaga llego al escenario
los acérrimos rivales, se hallaron en tregua.
Su yerma y decadente prosperidad traería
la furia de los viejos adversarios, que unidos
combatirían para erradicar estas plagas
y al caos desbordante en que los habían sumido.
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