miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Tregua" 4 de 365: el liberador (parte 1)

Una extraña historia viaja por las calles de la ciudad, transportada entre susurros. Los hombres temerosos se resisten a escucharla, amedrentados por la barbarie que se esconde tras ella. Había oído hablar del monstruo que perpetraba crímenes atroces, un individuo despiadado cuya expectación y leyenda había surgido de que nadie podía haber encontrado ni la más mínima pista o rastro de sus fechorías; mas se sabe que la superstición y sugestión distorsionan en gran medida la realidad.

Yo no formaba parte de aquel grupo de crédulos, y hasta el momento aquellas terribles muertes no me quitaban el sueño. Mi hogar era seguro y nadie podía entrar por su propia cuenta. Pero aún así, me hallaba preocupado por la inmundicia y pestilencia en la que vivían los lugareños: tenía que librarles de aquel tormento. Quería repartir alegría y felicidad entre todos ellos, darles una libertad con la que nadie los había dotado.

Las clases altas, en su elitismo y avaricia despiadada, tenían esclavizados a la mayor parte de los habitantes de la ciudad en sus fábricas, sin apenas descanso. Muchos de ellos habían muerto con las manos llenas de hollín, y siquiera podían permitirse honras fúnebres dignas. Yo, con mi conocimiento, era el adecuado para librarles de todo ello, para dotarles de una existencia completa y armoniosa.

Más en ese momento, un ruido sordo interrumpió mis cavilaciones. Se había producido abajo, en el salón, por lo que, inquieto, me levanté de la cama y comencé a bajar lentamente las escaleras, agachado, escrutando qué o quién había entrado, por raro que se me pudiese antojar, en las estancias de mi hogar. Pude darme cuenta de que, sentado en mi sillón, de espaldas a mí, había alguien, y este hombre, con voz cortante y fría me dijo que me acercara. Descendí lentamente por las escaleras, y me quedé absorto y conmocionado cuando comenzó a hablarme, sin levantarse ni girarse.

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