martes, 24 de septiembre de 2013

"Tregua" 24 de 365: Howard Black (parte 5)

Howard Black corrió lejos, donde John Hallen no pudiera alcanzarle de ningún modo. Howard no dudaba de la sinceridad de John, y por ello en ese momento comenzó a plantearse de nuevo una escabrosa cuestión: ¿Quién le había liberado de su cautiverio en prisión, y se había retirado antes de ser descubierto y qué motivos tenía? ¿Qué clase de relación guardaba con él? ¿Acaso actuó bajo órdenes de alguien, o por su propia iniciativa?

El hecho de que alguien hubiera liberado anónimamente a un asesino para liberarlo de su pena de muerte, cuando la opinión pública se solía volcar en contra de tales delincuentes, era demasiado extraño, y Howard no conocía a su familia, pues se había criado en míseros orfanatos tras ser abandonado siendo un bebé, y era prácticamente imposible que cualquier hipotético familiar pudiera saber de su existencia.

Mas aún sumido en estas cavilaciones, todavía seguía inmerso en el ansia de venganza que había brotado de su frustración ante la frivolidad de aquellos que le condenaron, y se dirigía a los Reales Tribunales de Justicia, donde se había dictado la fatídica sentencia, para rendir cuentas ante aquellos que planearon su ejecución. Callejeó por las oscuras calles, silencioso, pero veloz y decidido, hacia su destino. Cuando ya estaba cerca de allí, en un callejón oscuro comprobó que, efectivamente, todavía guardaba el afilado cuchillo que sustrajo a John Hallen cuando éste, distraído, hablaba con él. Howard consideraba que John era un buen hombre; le había ayudado a escapar cuando aquellos policías a caballo se dirigían hacia él, y comprendía su vida y su situación, aunque no su más que justificado anhelo de librar a su pueblo de aquellos que con su absurda e hipócrita moral traducida en leyes abusivas y punitivistas se permitían borrar del mapa a pobres infelices sin conocer sus situaciones ni motivos.

Pronto llegó al edificio en el que pretendía entrar furtivamente. Increíblemente, no había guardias en la entrada, por lo que aprovechando la oscuridad, Howard comenzó a perderse, envuelto en su oscura vestimenta, por los pasillos de aquel enorme inmueble, pues no le costó demasiado trabajo forzar la cerradura de una puerta secundaria: en su infancia en los orfanatos había conseguido mucha habilidad en la técnica de abrir candados y puertas cerradas. Los vigilantes, que evidentemente se encontraban armados, no se percataron de su presencia, pues ésta casi era inadvertible. Con extremo sigilo, pudo encontrar casi intuitivamente la puerta entreabierta de la sala donde fue juzgado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario