Te esperaré
cuando el sol se despida con sus última luces
y las calles se vacíen de su plaga rutinaria.
Te esperaré
aún mucho más allá, cuando se desnude
el anhelo en verso y te vista de palabras.
Aletargado,
mientras mis labios, raídos de no pronunciarte,
conjuran tu rastro indeleble de nostalgia
no vivo
sino en la encrucijada del antes y el después,
sino en la brecha abismal entre piel, hueso y alma.
Te esperaré
hasta que el tiempo, harto de transcurrir, convierta
a sus veloces manecillas en brutales palancas.
Te esperaré
mientras el cielo pueda latir y la negrura envuelva
a estrellas que sobre éste, caminan descalzas.
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