viernes, 24 de enero de 2014

"Tregua" 143 de 365: Sebastián

No les voy a contar una historia de un inmueble que sufrió, tiempo atrás, un incendio, y por el cual vagan los espectros de aquellos que murieron en él aquel aciago día, ni siquiera la de aquella novia que adquirió a un precio muy asequible un vestido para su ceremonia... Hoy les voy a narrar las experiencias que vivió un hombre llamado Sebastián. No me extenderé en mi relato, seré conciso y no me detendré apenas en detalles. Sebastián era una persona adulta a la cual le costaba relacionarse con las personas de su entorno, dado que sufría un extrañísimo delirio caracterizado por una total distorsión en sus capacidades de reconocimiento facial, pudiendo confundir a familiares y amigos con verdaderos "extraños", por la dificultad sobrevenida de acumular recuerdos periódicos sobre un determinado individuo.

Sebastián fue ingresado en un centro especializado desde el momento que surgió la afección, para poder conservar cierta calidad de vida. Pero unas desvergonzadas personas irrumpieron un día en el edificio en que se hallaba, y lo llevaron, sedado, a un lugar que ellos mismos habían construido, para saciar sus crueles ansias de divertimento. Aquel lugar era un intrincado laberinto en el que hubiera desesperado hasta el hombre más sosegado. Y allí, presa de un ataque de pánico, Sebastián vagó durante... ¿Quien sabe? horas, días...

Los individuos que habían introducido a Sebastián entre aquellas enloquecedoras paredes, presa de los remordimientos, entraron en el laberinto para sacar al desgraciado secuestrado de aquel lugar, mas fueron lo suficientemente incautos como para no asegurarse de portar consigo algún documento que les mostrase la salida de aquel lugar. Y no tardaron en darse cuenta de que aquello que ellos mismos habían erigido los engullía por momentos, mientras avanzaban apresuradamente buscando al desgraciado Sebastián. No llegó el momento en que alguien descubriera la cruenta obra que se había levantado en aquellos sótanos ocultos, hasta, quizás, varios siglos después, cuando demolieron una anciana construcción, y entre los escombros, se pudieron hallar restos de huesos. Posteriormente se concretó que tales huesos eran humanos, y que podían haber yacido allí durante siglos. ¡Ah! olvidé señalarles que las paredes del laberinto estaban forradas con espejos irrompibles. ¡Disculpen tan improcedente omisión!

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