Eres, de calma, cementerio,
estrago de alma carcomida,
pues mi cinismo torna espeso
cuando ha de masticar heridas.
Este remiendo desgastado
no hará menos viejo a mi traje.
Este incendio sin entusiasmo
no abrasará nuestro disparate.
Este ángel no regresa al cielo,
este pesar ya no suplica.
Este valle no es de lágrimas;
tampoco esta cena la última.
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