El viento surca, imparable, el océano,
mientras este barco iza sus velas ajadas;
y entonces una cortina de bruma, cual pétalos
que envuelven a una misteriosa flor, nos abraza.
De pronto, olas perfilan este oscuro manto
sitiando nuestra fortaleza de madera y metal,
pero éste bastión no engrosará este camposanto;
este navío no será engullido por el mar.
Ganas de la parte II
ResponderEliminarla segunda estrofa es brillante
Muchas gracias, ¡me alegro de que te guste!
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