Tus armas se pliegan:
ya no existe el miedo.
El tiempo despierta
con todo recuerdo.
Se extingue la escarcha
que nace en tu aliento;
tus ojos delatan
lo que guardan dentro.
Perece el temor
al crudo invierno;
solo queda el clamor
de los viejos tiempos.
Esquivo la razón,
y aún no lo entiendo,
cuando escucho tu voz
rompiendo el silencio.
Entrelazas, veloz,
todo lo que quiero:
palabra y bramor,
unidos cual juego.
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